En Venezuela le podemos echar la culpa a muchas cosas: al presidente, la luz, el agua, y sobre todas las cosas -después de Maduro-, al Internet.
Si algo está destinado la salir mal, o es culpa de Nicolás Maduro o del Internet de Venezuela; pero cuando esas dos excusas fallan, también hay una buena cartera de opciones a las que recurrir en caso de emergencia.
Para tener una mejor idea del panorama de mentiras blancas -y no tan blancas- laborales, le preguntamos a la gente su protocolo para cuando se equivocan en el trabajo.
“Ignoro al mundo, sobre todo los sábados en la noche, que finjo demencia mientras estoy en camino a emborracharme” – Mate.
“Si no culpo al Internet, sobre todo aquí en Venezuela, y me descubren, compro una botella de ron y le pongo una nota que diga ‘I’m sorry’” – Ainoa.
“Mi jefe fuma mucha marihuana, entonces me aprovecho de que siempre anda despistado y juego con su mente” – Claudia.
“Cuando me toca entrevistar a alguien le echo la culpa de mi retraso al entrevistado” – Carla.
“La verdad es que cuando se me olvida hacer las cosas que mi jefe me pide, me hago la loca y le digo ‘ay, ¿pero seguro que tu me pediste que hiciera eso?’. Y estoy segura de que no cae, pero me lo deja pasar. En caso de emergencias, no le contesto y cuando lo tengo listo le digo que ‘estaba ocupada’” – Patricia.
“Tuve un trabajo en el que la cagaba horrible todo el tiempo, pero literal jamás pude encubrirlo; tipo AT ALL” – Beatriz.
“Una vez hice como tres ilustraciones ebria a las 4:00 a.m. y mi jefe se antojo de llamarme por Skype justo a esa hora, por el cambio de horario, y tuve que aislarme en el sótano de la reunión y decirle que me había medicado para la gripe y por eso parecía como drogada” – Daniela.
“Hace como tres semanas le dije a mi jefe que le enviaría un informe que olvidé por completo y tuve que fingir que mi abuela falleció para no calarme el regaño” – Paula.
“Le compre una birra artesanal a mi jefa y no me despidió” – Juancho.
“Un día desaparecí y cuando regresé dije que un familiar había muerto. No era ni verdad ni mentira pero ajá” – Adriana.
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Aunque no son las mejores cartas bajo la manga para evadir nuestras responsabilidades, al menos algunas suenan un poco razonables.
Igual no las intentaríamos en casa.